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Soy de otro planeta

Siesta de un miércoles de noviembre en Santiago del Estero. Un taxista asegura (no hay versión oficial que lo contradiga) que la temperatura ha llegado a los 50 grados. La peatonal arde, pero una corriente de frío conduce directo al imponente Centro Cultural del Bicentenario, donde será inaugurada “Sensación térmica”, de Marta Minujín, primera muestra de la artista en el interior del país.


Hacia las 19, los fans elevarán aún más la temperatura a pesar del aire acondicionado. Fervor, devoción: mujeres con flores y cartas para ella, decenas de jóvenes llegados de otras ciudades queriendo ver y tocar a Minujín, acceder al autógrafo, sacarse una foto con su diva. Pasadas las 22 continúa el ritual de la fama. “Para ellos significa mucho la firma. Como para mí fue sacarme una foto con Salvador Dalí cuando tenía 20 años”, cuenta Minujín apenas puede recluirse para la entrevista, perseguida por sus admiradores.




Está acostumbrada: “En todos lados me pasa lo mismo”, dice con su presencia inmutable, ni una sonrisa de más ni una sonrisa de menos. En el hotel, más gente aguarda. De pronto se acerca una señora vestida toda de amarillo. Le dice que le ha transmitido mucha paz. Marta la mira sorprendida y responde: “Me gusta su vestimenta, usted es alguien especial”. La desconocida se retira sin pedir nada. Minujín se va, overol negro sobre el que contrasta un collar de enormes bolas plateadas y botas de Estambul de bellísimos bordados. Leer +

1 comentario:

  1. Marta Minujin ha hecho un personaje toda su vida: una versión femenina de Dalí.

    Que convoca, convoca. No sé si trascenderá su arte, pero sí revoluciona el presente.

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